El recuerdo de las Caricias

He borrado esta entrada sin pensar, he faltado a mi palabra como escritor de que no borraría lo que he escrito, pues lo escrito escrito está. Jamás volveré a fallar a esta palabra, porque lo que hago, lo hago con el corazón. Para bien o para mal, pese a quien le pese.
El Recuerdo de las Caricias



Era una noche estrellada. Las luces del cielo bailaban al compás del viento que mecía las copas de los árboles bajo el reflejo de la gran luna. La puerta del cementerio hizo el chirrío como de costumbre, pues él conocía ese sonido en cualquier parte... El sonido de la puerta de la última morada de sus padres. Había pasado mucho tiempo desde que él, un hombre de mar y de sabiduría infinita sobre los vientos y las estrellas, sobre mareas y océanos, había dejado esta tierra para volar libre y sin sufrimiento sobre el mar y tierra que tanto amaba; ella por el contrario, lo había dejado hacía relativamente poco con una caricia que rompería el tiempo por la eternidad.

Nunca fueron sus padres, pero estos lo criaron como si fuera su hijo, pues al ser su nieto era sangre de su sangre, y carne de su carne. Ahora, él caminaba solo, a oscuras, entre las tumbas iluminadas por la luna con el paso firme y la cabeza bien alta, tal y como le había recordado su abuelo que tendría que caminar si el día de mañana quería ser alguien de provecho. Caminar con valentía y nunca perecer, pues como le había dicho una vez, "Sempre tes que pensar que é mellor estar arruinado que arrodillado". Ese dicho lo había dejado marcado para el resto de su vida.

Cuando llego a la tumba de sus abuelos, vio como siempre el hueco de las flores vacío. Eso siempre lo había llenado de rabia pura. Lo había inundado de tanta cólera que si no fuera por su instinto racional, acabaría aporreando la lápida de mármol. Le dolía recordar cómo iba con su abuela esas tardes de verano caminando al cementerio para que esa tumba siempre tuviera flores, y que ahora, se encontraba vacía, temida y olvidada por esas personas que nunca la recuerdan. O al menos, eso intentan. 

Miró su reflejo en el cristal que había en la pequeña caja donde se ponía la vela. Miró en la profundidad de sus ojos. Buceó tanto en sus recuerdos que estuvo a punto de llorar. Y digo a punto de llorar, porque el dolor de la partida de sus abuelos, aquellos padres que lo habían criado, el dolor de esa marcha había mitigado; Él había prometido que no volvería a llorar de pena por ellos, sino que lucharía para que cada logro a lo largo de su vida, les fuera dedicado a su memoria y estuvieran orgullosos. Lo único que lo apenaba, era que su propia sangre, jamás pondría una flor en su memoria.

Cuando salia del cementerio se volvió sonriente mirando a las estrellas, cerró los ojos, y dejó que el viento de la noche lo acariciara tal y como había hecho su abuela y madre tantas veces. Él siempre los recordaría, al menos, hasta el día en que se muera.

Dedicado a vosotros. Os continuo echando de menos :)

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