El Caballero de la Verum

Nunca había podido proteger a aquellos que había querido. Nunca había podido enfrentarse a nadie y todo porque era demasiado joven. Una vez, en una de sus aventuras una anciana a los pies de un camino le dijo "Aún eres pequeño, cuando crezcas, ya tendrás tiempo de enfrentarte al mundo". Días después, la asesinaron. El prosiguió su camino. Lo prosiguió solo como siempre había hecho. Caminó sin mirar atrás y enfrentando cada vez a rivales más y más poderosos. Comenzó caminando como un crío hasta que dio su primer paso como hombre. Aprendió el valor de las consecuencias, el sentido de las palabras y que su arma no eran más que estas. Palabras. Mientras los demás usaban espadas, mentiras, dinero, este joven solamente usaba las palabras que llegaban hasta el corazón. Una extraña magia de ese reino que muy pocos sabían emplear.

Se encontraba delante de sus enemigos y los miraba sin miedo, los miraba con absoluto valor e indiferencia, notando como cada célula de su cuerpo había madurado y había crecido. Recordó las palabras de la anciana y pudo pronunciar por fin aquello que tenía tanto tiempo oculto en su interior. Notaba como le costaba decirlas, como sentía que aquello era algo nuevo para él. Ahora ardía. Explotaba. Todo el mal a su alrededor comenzaba a destruirse a cada segundo que pasaba. No se arrepentía de todo aquello que estaba diciendo. Las armas que sus enemigos le habían lanzado se encontraban evaporándose lentamente, ascendiendo hasta los cielos como si fueran una hoja de papel al viento. Notaba las corrientes de aire vacías que surcaban entre sus brazos y sus piernas. Como todo, absolutamente todo, no importaba. Era el momento.


Sus enemigos le intentaban pegar pero no lograban hacerle blanco, eran incapaces de hacer callar al joven que tenían delante. Finalmente cerró los ojos, recordó la frase de la anciana del camino y le dio a las palabras el don de la verdad. Todo eran gritos que intentaban taparla, actos que intentaban ocultarla y acallarla mas la voz del joven permanecía inquebrantable como su voluntad. Todo ocurrió en un fractal de segundo. Sintió como su cuerpo quedaba liberado. Vio como sus enemigos estaban enterrados y que por fin, podía sonreír con las dos filas de los dientes. Sus enemigos estaban muertos en vida y a él, todavía le quedaba un largo camino de aventuras al margen del tiempo. Desde ese día, este joven descubrió que hay gente a la que le cuesta escuchar las verdades como puños. Gente que cuando escucha la auténtica verdad, lo hace desde la tumba que cavó a base de quimeras, farsas y demás mentiras.

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