El mundo al revés
Arde, mata, destruye. Conquista, pelea y vuelve a destruir. Nota como la sangre te tiñe las manos y la furia nace en tu pecho. Como la maldad crece a base de oscuridad y despotismo ilustrado en símbolos de oro. Las ciudades viejas caen. Lentamente. Alzando espadas de fuego y cenizas, sentimientos de muerte, traición y amargura con desdeño y faltos de protección.
Silencio. Solo nace silencio de las espadas rotas. Batallas que nadie recuerda donde la muerte se cebó hasta su completa saciedad. Batallas que a fecha de hoy continúan a dos metros bajo tierra. Ojos cerrados y silenciados por un alma sin vida y sin voluntad propia. Un castillo negro inexpugnable y oxidado, un baluarte donde nace y muere la muerte, una reja que prohíbe la entrada al reino de los sentidos.
Se abalanza cual ave despiadada sobre los huesos del tiempo. Sobre la sombra de la cebada mecida por el viento y por el secreto de un torreón construido boca abajo. Sobre un tiempo que ha dejado de correr para comenzar a parar. Y mi mundo se para de nuevo. Llora por volver a pararse otra vez.