¡Álzate Muralla Blanca!
Ardió el mundo. Reventó el fuego e hizo explosión el caos. La lluvia caía con más fuerza y castigo que nunca. Llovía como nunca lo había hecho en años, y el viento movía todas y cada una de las hojas que se encontraban suspendidas de los árboles. Era algo que siempre le gustó. Los temporales, el frío, el agua, los rayos, los truenos y después de todo, el silencio. Las olas del mar que rompían con fuerza abrumadora sobre las costas y los muros que formaban los puertos y espigones.
La naturaleza siempre tiene un lado salvaje, un lado siniestro capaz de matar, o quizás, capaz de divertir al más aventurero de los corazones. La luna se había negado a salir esa noche, hacía tanto frío que ni las estrellas, ni tan siquiera el Lucero del Alba aparecía en los cielos, y las nubes bajas eran aquellas que dominaban todo cuanto existía en aquel punto. Aquel lugar de conjunción entre el mar, la tierra y el aire, entre el frío, entre las ansias de correr y tirarse al agua. De fusionarse con el espíritu salvaje de la naturaleza.
Espíritu que siempre ha crecido en los árboles, en el viento, espíritu que en su tierna infancia le cantaba las canciones de viento y miedo antes de dormir con las sombras. Pero había crecido y aquello era ahora su mejor arma. El miedo no mata, simplemente te hace más fuerte. Cuando matas un miedo nace otro mayor, y cuando lo mates nacerá otro, hasta que finalmente liberes la última batalla, la ganes, y puedas partir en paz.
Hay algo que nunca se debe olvidar. El fragor de la batalla. El agua, el viento, los gritos, las voces, el acero, las espadas, el sudor, las cargas llenas de furia y de completa valentía. El poder de vencer al miedo de una vez por todas frente a la oscuridad con tu sentimiento desatado. Recordando esas noches corriendo por los caminos oscuros iluminados bajo la luna llena mientras el agua y el viento te impulsaban a seguir corriendo adelante y no parar. No mirar a atrás. Correr siempre hacia adelante. Correr y correr. Agarrar tu futuro por las crines y montarlo hasta las estrellas. Hasta donde los sueños por los que has luchado logran convertirse en realidad. Hasta donde nunca ha podido cabalgar nadie en esta vida. Hasta la tierra donde el frío, el agua, el aire, el azul, la respiración y el ser uno mismo, es la misma cosa. Hasta la tierra donde el mayor de los miedos, es lograr ser feliz.