Bárbaro
Se había levantado antes de que los rayos del sol despuntaran en el horizonte. Había rezado durante años, durante milenios, para no tener que marchar a la batalla por salvar a su único hijo, y ahora con un segundo en camino. Hijos sin madre.
Solo había silencio. No existía nada más a su alrededor. Se ciñó la espada que sus antepasados habían forjado entre sangre y sudor y entonces lo sintió a su lado, más cercano que nunca. Sentía el frío del pánico que le invitaba a renunciar a todo por lo que había sufrido. Pero no se dejó convencer.
Todavía habitaba la oscuridad. La fecha era la acordada por el destino y el tiempo, pero el campo de batalla se encontraba desierto. Notaba su corazón ávido de ganas, de fuerza... ¿O tal vez era miedo? Y una vez entre la niebla de la mañana, fría y húmeda, escuchó los pasos que le destrozaban por dentro. Escuchó a su auténtico enemigo.
Miró al frente, pero solo observó el vacío. Un vacío lleno de bruma, y una sombra que comenzaba a agitarse entre las grises tinieblas. Se aferró a su espada, a la que había bautizado como "Verdad" por su doble filo, y esperó paciente mientras la figura caminaba descalza sobre la hierba hacia él. Una figura encapuchada y vestida de negro.
Allí se encontraban. Frente a frente. Dispuestos a que diera lugar esa batalla a la que habían renunciado durante muchos años. Fue en ese instante, mientras la niebla se arremolinaba alrededor de ambos, cuando el encapuchado retiró su capucha y se mostró el rostro al que tanto temía... No era otra persona, mas que él mismo.