Noche de Luna
El cansancio recorría todos y cada uno de los puntos de su cuerpo. Caminaba por el bosque en silencio, con el pantalón lleno de barro y el pecho al descubierto, notando como el suave viento lo acariciaba y la luna lo bañaba por completo.
El silencio se rompía con cada ráfaga y con cada latigazo de aire. Notaba la hierba mojada entre los dedos y como los animales lo miraban, escudriñaban entre las hojas de los árboles para verlo semidesnudo, caminando como si estuviera hipnotizado.
Se paró en un claro donde solamente la luna y el viento lo acompañaba. No sentía frío, solo cansancio y el cuerpo pesado, punzadas de dolor en las piernas que eran lo único que le permitían permanecer despierto en ese extraño estado. Seguía en pie sin saber porqué. No sentía, no sufría el dolor que padecía. Todo el mal había quedado atrás. El sudor, las lágrimas, el amor. Estaba completamente vacío. Y entonces lo oyó.
No sabría decir cuántas mujeres eran, puede que una, tres, incluso un centenar, pero su timbre era el mismo. Una voz suave y algo estridente que surgía del corazón del aire y de la luz nevada. Un sonido dulcemente amargado cargado con un odiado amor. Una voz que le susurraba “Pase lo que pase, jamás renuncies a tus Sueños”