Lady Joanna de la Croix

Fragmento de "Los Guardianes de Lugar-Olvidado"
Tomo I -  La Puerta del Río

(...) En ese instante, las puertas del Salón del Trono comenzaron a abrirse.

Se escuchaban cadenas como si del lamento de un fantasma se tratara. Se arrastraban por el suelo acompañadas por el sonido de dos tacones que caminaban de forma firme y decida hasta el interior del salón. 

Allí, ante los reyes y consejeros, se alzaba ella. La larga melena roja como el fuego del Infierno caía sobre sus hombros; sus ojos, azules y profundos como el agua del Ultramar, brillaban más que ninguna antorcha o hechizo de luz y su rostro, serio, cargado de valor, coraje, honor y un sinfín de cualidades dignas del mejor de los caballeros de la corte, se agolpaban sobre su extremada e inusual belleza.

Centenares de pequeñas cadenas entrelazadas la vestían desde su pecho hasta el suelo. El corsé de acero le elevaba los voluminosos pechos y se ceñía a su esbelta figura, y a la altura de su cintura, las cadenas caían rodeándola como si del agua de una fuente se tratara. En su mano derecha, llevaba una espada larga con la empuñadura llena de plumas blancas, en la izquierda, la empuñadura vestía de negro.

Caminaba con la mirada fija en los reyes y con absoluta seguridad. A sus espaldas, todos los caballeros que habían intentado bloquearle el paso yacían inconscientes. Era una mujer que se había prometido que jamás dejaría que ningún hombre pasara sobre ella, era la mujer a la que ningún hombre había osado enfrentarse en el campo de batalla, ella era la mujer que heredaría el trono del Reino de Carfil. Ella, era Lady Joanna de la Croix.

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