Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.
Afuera la noche oscura me cubre sin compasión alguna, negra
como un abismo desde un extremo a otro de la tierra, un abismo de oscuridad
perpetua que se oculta bajo las raíces de una civilización perdida y olvidada.
Pero ahí perdura levitando entre la oscuridad y la eterna caída
del mundo. Ahí permanece ferozmente agarrada a los salientes de una tierra destruida
y decadente. Permanece impasible sin lanzar gritos ni lamentos sufriendo todos
y cada uno de los golpes del azar, permanece de pie, sangrando y muriendo, pero
sin derramar ni una sola lágrima.
Sin embargo algo me dice que un día le flaquearan las
fuerzas y se soltará, que caerá en el abismo oscuro que cubre la tierra de polo
a polo, pero me encontrará sin miedo, sin temor, con el pecho henchido de valor
y perseverancia, por que como dijo William E. Henley:
Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.
Un alma que se niega a soltarse del saliente y caer al
abismo, un alma que ha perdido un décima parte del brillo de sus ojos, para
oscurecer su corazón. Desengañada con el mundo, sí, pero cada vez más preparada para
enfrentarse a él.