Septiembre


El cielo comienza a nublarse de nuevo y el sol cada vez se acomoda más en las nubes. La lluvia arrecia y la oscuridad comienza a ganar terreno, como en cada otoño anaranjado que vuelve pidiendo paso al verano debilitado. Me siento en la hierba a ver cómo pasan las nubes. Como el frío aniquila el sentimiento y congela el corazón en un largo y eterno proceso de hibernación que todos los años se repite.

El silencio de la noche me arropa de nuevo. La noche que cada día se hace más larga viene para no marcharse, al menos, hasta que el Sol reclame de nuevo su dominio. Pero aquí seguiré, aletargado como el poder sobre el que una vez escribí, esperando a que alguien rompa el sello.

La noche ha llegado, y con ella el frío y la lluvia, aunque aquí en Galicia es algo habitual. Los cielos grises comienzan a ser ya rutinarios, y el frío comienza a clavarse como agujas de cristal en la nuca. El corazón se duerme, cierra los ojos, se aferra a su sarcófago de hielo negro mientras espera al deshielo de la primavera, y mientras se duerme, el segundo corazón comienza a latir. En el lado derecho. 

No se ve, solo se siente. Es un corazón que llama a las armas y a la lucha, a la responsabilidad y a la batalla. Ya noto de nuevo esa sensación, ha llegado la hora de correr de nuevo.

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