La Fuerza del Mar
Miro
por la venta y solo veo nubes bajas, agua, frío y viento. El mar enfurecido y
crispado por las mareas y las ráfagas de aire me llama con su dulce y sonora
canción, me llama rogando a un orgullo dormido que se aletargó entre lágrimas,
nervios y el sentimiento de soledad.
Seguía
observándolo. Notaba como su impulso y su ímpetu batía contra el casco de los
barcos, como crecía ante las rocas, como su fuerza y su grandeza aclamaban en
cada ola como si fuera el último golpe, negándose a renunciar a algo para lo
que había nacido.
Lo
miraba fijamente mientras escuchaba al viento ulular en lo más alto y el frío llegaba
hasta el interior de los huesos. El blanco y el gris, las miles de gotas que
hacían que su superficie enfurecida bailara y se amoldara a las corrientes, todo
sincronizado en un baile con el viento y los rayos que iluminaban la liviana
oscuridad.
Solo
necesité verlo durante un instante, durante un segundo, para recordar que a
veces, cuando el orgullo se mezcla con las ganas de luchar, es una fuerza mayor
que la de cualquier tsunami.