Aún es demasiado pronto para caer.
Se
apuntalan las horas mientras las torres de los sueños comienzan a caer, se
cierran las puertas de la Ciudadela de los Sueños, donde los corazones, llenos
de nostalgia, esperan sentados a la orilla del tiempo por su última bocanada de
aire.
Se
escucha el mar al otro lado de la niebla, mientras la luna ilumina las nubes
que no la dejan salir. El frío cala hasta los huesos, mientras que el corazón
llora al alejarse de lo que en el pasado le dio la vida. Llora, sí, pero hasta
el instante en el cual se queda sin más lágrimas que echar.
Es
entonces cuando baja el puente levadizo de la ciudadela para dar paso a
aquellos que se dirigen allí a morir, me quedo de pie mirando el arco de piedra
que me recibe con los brazos abiertos, y sin saber por qué, me doy la vuelta.
Me seco las lágrimas, aprieto de nuevo el fuelle que aviva el orgullo dormido
antaño, y levanto la mirada.
Aún
es demasiado pronto para caer.