Esclavos del Mundo
Me
gusta el sabor frío de la Coca-Cola, me gusta la sopa de cocido de la abuela
Chelo y el correr por la playa con mi perro. Me encanta bañarme en los ríos y el meterme
debajo de las cascadas, el correr por las noches heladas escuchando música, mientras
el mundo gira sin que me dé cuenta.
Me
apasiona esa sensación de moverse sobre las olas en la trainera, o ceñir el
viento en el velero mientras el aire llena mis pulmones. Me encanta el pasar
apuntes de Motores de Combustión Interna Alternativos, el leerme libros sobre
la propulsión de los buques, y la política.
Me
llena de existencia el defender algo hasta el final, me encanta ser liberal hasta la médula, pero
sobretodo, me encanta escribir y sumirme en mis mundos de fantasía.
Me
inflama de vida el pasar un rato con mis abuelos, el salir de fiesta con los
amigos, el leer hasta las tantas, o el simple hecho de ver el atardecer en el
final del mundo, y si estoy muy de buenas, subo la música del coche y voy
cantando a pleno pulmón, sabiendo que no le debo nada a nadie, que soy el dueño
de mi destino, y el capitán de mi alma.
Pero
luego miro a la gente. Miro como se aferran al dinero, se esclavizan a la
relación de que cuanto más tienes, más feliz eres, y se consumen lentamente
mientras la parca afila la guadaña. Luego miro en mi interior, y pienso en la
suerte que tengo por ser libre como viento de poniente.
Supongo, que eso va en
la forma de ser de cada uno.