La Reina de Hielo
Caminé
guiado por el viento que elevaba las hojas de los árboles. Escuchaba como el
horizonte lloroso llamaba a mi alma, y como mi corazón se aletargaba esperando
al frío invierno. La Reina de Hielo a la que tantas veces me había enfrentado,
se alzaba esta vez victoriosa en un juego al que estaba acostumbrado a ganar.
A
veces creemos que somos invencibles y que siempre se cumple aquello a lo que
estamos acostumbrados. Muchas veces caemos, dejamos de intentar algo para darnos
por vencido, y nos lamemos las heridas mientras soltamos un “Esto nadie puede
hacerlo, es imposible”. Caemos, caemos, y muchas veces nos negamos a
levantarnos del suelo, y decimos creer que allí, entre el barro y la mierda, estamos mejor. Pobres ilusos.
Me
pregunto cuantas veces habré caído, y cuantas me habré levantado, en cuantas
ocasiones no le habré mandado un mazazo a la Reina de Hielo rompiéndola en
centenares de pedazos para poder seguir mi camino.
Ahora
está aquí de nuevo, pero esta vez no voy a sumergirme en el barro, no será
necesario. Simplemente me acercaré a ella sin miedo, la miraré a los ojos, y la
derretiré con el ardiente deseo de la libertad, susurrándole que se vaya, y que no vuelva nunca más.