El Alba está cerca


¿Sabéis ese momento que existe justo antes de querer mandar todo a la mierda y desaparecer del mundo? Me pregunto cuantas veces no habré sobrepasado ya ese punto, de hecho, cada vez me cuesta más saltarlo.

No sé que es esa fuerza que me obliga a seguir adelante aunque no tenga ganas, no sé si nace de mis pulmones, de mi alma, de la luz del día, de los colores de la noche, o de los huevos con patatas fritas que me he metido para cenar.  La verdad no sé de donde proviene, aunque tengo una corazonada.

Solo le pido a esta fuerza que no me abandone nunca, que mientras esté arrodillado cogiendo aire para volver a correr, ponga su mano sobre mi hombro y me aliente a dar una nueva zancada,  que cada vez que la palabra “rendirse” cruce por mi cabeza, me dé una bofetada poniéndome de nuevo la mirada al frente y el pecho erguido. Lo único que le pido, es que no me falle ahora que es cuando más la necesito.

Esa fuerza que me ha acompañado desde que la he necesitado… La fuerza de confiar pase lo que pase en mi mismo, en luchar por seguir adelante, en plantarle cara a todas las piedras, palos y ramas que te pongan en el camino, porque si la vida te da palos, te haces una cabaña, y si te da piedras, te montas un castillo, pero jamás puedes tirar la toalla. Eso nunca.

Porque si la noche es tan oscura que no llegas a divisar tus propias manos, puedes estar seguro de que el alba está muy cerca.


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