Soñé con un Dragón Blanco
Soñé
con un Dragón Blanco.
Sus
alas brillantes como la nieve resplandecían con la luz del ocaso mientras los
ejércitos de sabe dios que bando ocupaban el campo de batalla. El abrazo del
sol estalló sobre sus escamas de plata, y su rugido era la más bella canción
que escucharan mis oídos en todo este largo tiempo. Sus dientes eran millares
de agujas de diamante que reflejaban el color del mar, y sus ojos, índigos y
brillantes, el mayor lucero que atisbaran mis ojos de marinero.
Me
desperté, y ahí estabas tú.
Con
los ojos cerrados y con el corazón latiendo bajo las sabanas, con la luz del
sol reflejándose sobre tu pelo, y con el aroma de la lluvia recorriendo la
habitación. El sonido de tu respiración dominando el cuarto. Solo existía el
calor de tu cuerpo junto al mío, y el sabor de tus labios secos, cerrados.
Soñé
con un Dragón Blanco. Me desperté, y ahí estabas tú.