Arena
Dejas que te lata el corazón. Dejas que
no se escuche a tu alrededor nada más que eso, el sonido que brota de tu
interior bajo el campo estrellado, que las sombras blancas recorran tu cuarto
dejando tras de si el simple rastro del polvo cristalino.
El viento recuerda en mi memoria la
brisa del pasado, el aroma del sol que grita por no poder ver la luz del
atardecer, y el sufrimiento del corazón que solo puede llorar de impotencia,
que no puede hacer nada, tan solo ver como las sombras de las arpías hacen su
trabajo y van cortando los hilos de vida.
Caen los últimos granos de arena
mientras el tiempo no se detiene, y la coraza de adamantino está prácticamente terminada.
Una coraza creada de sonrisas, caricias, besos y algún te quiero al oído. La
coraza que debe romperse para absorber el impacto del mañana que sucederá a la
noche.
De nada sirven las oraciones, de nada
sirven las lamentaciones. Hoy por hoy, la única moneda de cambio posible a la
eterna realidad, es el pequeño frasco de recuerdos guardado en mi corazón.