En el nombre de Dios, abran esa puerta
No voy
a negar la evidencia. Tengo miedo, y no miedo a que pueda salir algo mal, o
miedo a empezar algo. No, no es esa clase de miedo. Es miedo a que dañen
aquello que más quieres en el mundo tan solo por que quieres luchar por la
justicia, combatir la intolerancia, y aplastar la crueldad.
Esto
no es uno de tus libros de caballería, esto que tienes en las manos va mucho
más allá. Tienes en tus manos el poder de decidir el destino de un pueblo, la
responsabilidad de hacer jurar la constitución, y esa maldita frase de la
declaración de independencia de los Estados Unidos de América que te taladra la
cabeza.
“Pero cuando una larga
serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo,
demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su
derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para
su futura seguridad”
Supongo
que las palabras sin hechos no son nada más que eso, palabras. Son los actos de
las personas quienes tienen la obligación de que los ideales que guardan no
pierdan su significado por la erosión del tiempo, y voy hacerlo.
Tengo
miedo, pero la única forma de poder combatirlo y de poder hacerle frente, es
enfrentarte a él a sabiendas de las consecuencias que pueda acarrear. Por todo
lo que defiendo, por mis ideales, por la gente a la que se prometió defender,
ha llegado la hora de hacer justicia.
En el nombre de Dios,
abran esa puerta.