Redireccionando la Vida

Sientes como todo aquello que te rodea puede desaparecer, sientes como sudas en frío y la preocupación baña tus ojos con el flujo del tiempo y de los recuerdos y, como el hilo que sujeta tu mundo, se rasga con el aire inexistente del vacío para segar tu existencia. Notas como queda tan solo una hebra y de pronto, el hilo no rompe. Es como en la historia de Hércules en la que las Arpías quieren cortar el hilo de la vida y éste se transforma en oro, en el hilo de la vida de un Dios, y todo cambia.

Ahora tu alma ya no llora, si no que es un poco más cauta y peleona, ahora tu instinto no es solo tu guía, y has encontrado el sutil equilibrio entre la razón y el corazón, entre la lucha con sed de sangre y la alevosía medida con su justo encanto. 

Antes de esta semana era de las personas más impulsivas e irracionales de este universo. Antes de esta semana, era una persona que lo único que quería era vivir la vida al minuto, al segundo, arroyando todo aquello que se me pusiera por delante. Hoy sigo siendo esa persona que aplica el plan T, que tira todo recto hasta el final y hasta el fondo sin importar lo que se encuentre en su camino, pero con una diferencia, ahora tengo un cambio de marchas instalado que conecta mi corazón y mi raciocinio.

Que se ponga con Dios nuestro señor todo aquel que quiera frenar mis pasos, porque puede que rebaje marcha, pero lo haré para aumentar revoluciones, notar la potencia controlada de mi espíritu, y saber que cuando meta la siguiente no habrá muro de hormigón, pared de ladrillo, o bloque de hielo, capaz de frenar mi acometida.

He cambiado por completo, y algo me dice, que para mejor.

Se han roto las cadenas del silencio, se han engrasado los engranajes de la razón con los fluidos del corazón, y se ha descubierto que las neuronas también pueden sentir.


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