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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Seguro de querer hacerlo

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Una semana, en tan solo una semana todo habrá acabado de comenzar, en tan solo una semana, tendrás esa prueba de fuego que pondrá en valor si los compromisos que obtuviste a finales de Abril eran algo más que palabras o finalmente son hechos, son actos, y son todos aquellos ideales que juraste y juras proteger. Honestidad, Lealtad, Justicia. Por si solas no son más que simples palabras que significan grandes cosas, pero si no van acompañadas de actos, no significan absolutamente nada.  Me ha costado escoger la canción con la cual escribir esta entrada, pero quizás un “Sin miedo” es lo más apropiado. Ha habido mucha gente a lo largo de este último año animándote, apoyándote sin dudarlo tan solo un segundo mientras te decían “Estas como una completa regadera” Hasta el final. Caiga quien caiga. Pese lo que pese. Es hora de que las palabras pasen a ser hechos. Cada uno de nosotros tiene la obligación de hablar cuando es testigo de una injusticia. Todos.  Porque cuando no d

End of all hope

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Cierra los ojos, sube el volumen de la minicadena al máximo, y escucha la letra de la canción que te lleva a tus raíces, unos 7 años atrás. Es una canción que aclama por el ángel que trae el fin de la esperanza, que llama y ruega por el aliento de ultratumba que te pone los pies en el suelo y la vista en la realidad, que encumbra  el momento en el que los primeros caídos fueron los que dieron pie a la batalla. Se acerca la hora. Te sientas sobre la cama mirando fijamente un punto. Te centras tanto que hasta notas el calor de tu mirada sobre la nada, y vuelves a cimentar con tiempo y mimo cada ladrillo, cada pared de adamantino, cada hoja lacada de diamantes y titanio, sobre la carne desgarrada y cauterizada por el fuego.  Suenan los bajos y el teclado. El frío del suelo se cuela por tus tobillos y se instala en la base de tu columna mientras la frase “End of all hope, the end of the time, the rest is silence” retumba en las pareces, y entonces recuerdas los cristales pisa

Tranquilamente nervioso

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Como dijo un sabio, “En Galicia no se pide. Se lucha.” No sé cuánto tiempo duraran las ganas en mi corazón, ni cuantos minutos podré soportar la presión en el pecho, o tan siquiera sé si en cuestión de segundos todo reventará en mil pedazos dejando tras de sí el polvo y la brisa de lo que ha sido mi existencia. Es el precio a pagar por no poder negar los sentimientos por siempre. Me dicen que estoy loco. Que soy gilipollas. Que es una completa locura. Que tengo la opción de olvidarte y resignarme, de coger, cerrarte las puertas de mi vida en todos los sentidos habidos y por haber, pero no creo que pueda… Y sinceramente, no creo que tampoco quiera hacerlo.  Me dicen que dome mi espíritu; que le ponga correas, clavos, y hasta esparadrapo si es necesario, que frene los sentimientos y que cese en mi locura, que mida todas y cada una de las palpitaciones de mi corazón, que mida mis sentimientos… Pero es que la medida del amor, es amar sin medidas. Es como pedirme que te ll

De imposibles no se vive

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Estoy cansado de estar aquí suprimido y anulado por mis miedos infantiles, asustado y arrinconado contra el atardecer que se clava en mi retina al tiempo que el viento del norte me corta la retirada. Me obligo a ver la puesta de sol, a ver el ocaso, el fin de todo, a recordarme que me gustaría que estuvieras aquí para compartirlo, pero de imposibles no se vive. Cuando llorabas, yo secaba todas tus lágrimas. Cuando gritabas, yo luchaba contra todos tus miedos. Estoy limitado por esa vida bloqueada, por ese extraño mar de dudas que acabó por ahogarme en la orilla, por esas piedras afiladas que tendrían que haberme matado y no dejarme tullido y moribundo.  He intentado decirme a mi mismo que te has ido, pero a pesar de que estás todavía aquí conmigo, acabo dándome cuenta de que he estado solo todo el tiempo. Quemaré los segundos entre alcohol y queroseno, destruiré todo este pasado incierto, arrasaré los pilares de los vientos, y ojalá que mi alma alcance su consuelo… Pero de imp

7 horas

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En 7 horas pueden pasar muchas cosas. Puedes acabar en un tren viajando desde la costa al corazón del país, puedes desear  volver para casa cuanto antes y en el último momento echarte casi a llorar porque no quieres largarte, puede incluso ocurrir que seas tan sumamente gilipollas e impaciente, que se te quite el hambre, la sed, y hasta la luz del sol como te descuides. En 420 minutos, en 25.200 segundos, puede cambiarte por completo la forma de pensar, de actuar, incluso la forma de sentir. Quizás es el mismo chispazo que sintió Natalia Nadal con Arturo Acosta cuando se conocieron en el Retiro, o tal vez ese golpecito de alas de la mariposa que desemboca en un huracán capaz de arrasar con lo que se le ponga por delante.  En 7 horas se te revientan todos los planes, se da la vuelta el mundo, y tu piel fija en la memoria cada maldita célula de su tacto. En 7 horas, puede ocurrir la mayor casualidad de toda tu vida haciendo que los trenes de la estación se llenen de golpe y

Heart´s force

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            Se abre la puerta del ascensor.             Notas como el pulso palpita en tu cuello, como sudas y la camisa se te pega a la piel, y te das cuenta de que no era buena idea llevar el abrigo puesto dentro del edificio.             Te sientas a esperar, te llaman, y entonces notas la garganta seca, no te salen las palabras de la boca y, esa sensación de temor que tenías semanas atrás aferrada en un rincón del estómago, se desata como si la horda del Caos cabalgara sobre la tierra sin nada que pudiera hacerle frente.             Te cuentan su película llena de días de verano y aire primaveral, pero en el fondo, en tu corazón, sabes que una parte de lo que te dicen no es ni tan siquiera la milésima parte de la verdad. Lo sabes porque te has leído todo lo habido y por haber sobre ello.             Te toca hablar, te entra la risa floja, y cuando te quieres dar cuenta, estás poniendo todo aquello que cargaste desde la otra punta del mundo, y destruyes pilar por p

¡Vamos allá!

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Sé que cuando vuelva de este viaje no habrá una marcha atrás para poder cambiar las cosas. No sé si ganaré algo, no sé si se cambiará mi vida, no sé que puede ser lo que me depare el futuro, y no tengo ganas de hacer este viaje, quizá por miedo, quizá porque soy la persona más bipolar que pueda haber en el universo. Tengo un nudo en el estómago. Tengo un maletín lleno de proyectos, de estrategias, de datos, gráficos, de sueños cimentados con realidades absolutas e indiscutibles,  tengo todo más que masticado y más que conocido. Pero… ¿Para qué me meteré yo en estos berenjenales?  Dicen que los gallegos somos tan fuertes porque siempre estamos alegres, y nuestra alegría proviene de la tierra, de los mares que baten contra nuestras costas, de la lluvia que nos baña día sí y día también. “ Se chove, que chova ” como dice el dicho, y esta vez, caminaré bajo la lluvia. No hay miedo. Maletas listas, próxima estación: Madrid

Yo, yo, y yo

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Soy prepotente, muchas veces grito para demostrar que tengo razón a pesar de saber que no la tengo y, cuando me enfado, dejo que el instinto guíe mis palabras y las formas obligan a que la verdad quede relegada a segundo plano. Hace años para ridiculizarme utilizaban el nombre de “Boris” para meterse conmigo, hoy en cambio, mi pseudónimo como escritor es Ser Boris Karloff. A veces soy egocéntrico, rayando el narcisismo, pero me encanta ser como soy, y eso es algo que nadie podrá cambiar nunca. A veces peco de exceso de humildad, otras en cambio, camino sobre ella. Tengo un timbre de voz tan alto que puedo cantar “La Reina de la Noche” de la Flauta mágica de Mozart sin haber ido nunca a clases de canto, y si a eso le sumas el acentazo gallego que tengo, ya es un cóctel que por lo menos es digno de algún monologo de humor. Tengo una nariz extraña que he tardado tiempo en aceptar, y lo más importante, tengo más cara que espalda, no vamos a negar la evidencia.  Si, no soy perfecto