De ignorantes y sabios

Hay dos clases de personas en el mundo.

Por un lado están aquellas personas que les encanta adornar los discursos, hablan bajo, dan la mano de aquella manera, y te miran de reojo cada vez que pueden. Por el otro, se encuentran aquellos que dan la mano fuerte y que, sorpresivamente, tan solo hablan cuando se dirigen a ellos y por educación.

A éstos últimos, los primeros los acusan de querer tener afán de protagonismo, de querer destacar, y de querer parecer interesantes entre tanto silencio argumentando que tienen algo que esconder. En cambio, aquellos que permanecen en silencio, son los auténticos sabios, ya que uno nunca dice todo lo que piensa, pero sí que piensa todo lo que dice. 

Buda decía que las personas sabias eran aquellas que dominaban las palabras, los pensamientos, y que seguían fielmente sus ideales. Que quien cumpliera estas tres indicaciones, sería feliz el resto de su vida, ya que estaría en paz consigo mismo.

Se dice que una persona es infeliz por que pone su felicidad en manos de otros, y que se confíe en una persona no quiere decir que se le diga todo lo que uno piensa, todo lo que haga, o todo lo que vaya a hacer. Los ignorantes hablan de lo que harán, los inteligentes, actúan, y dejan que sus acciones hablen por ellos.



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