Ya estamos aquí

Había una vez un reino lejano gobernado por un rey déspota, rechoncho, barbudo, y viejo. Un rey que a pesar de tener reina y heredero, se acostaba con la mayor bruja del lugar por el simple morbo que daba el compartir alcoba con el mismísimo poder.

Su gente estaba sumida en la mayor de las hambrunas, el pueblo las pasaba putas mientras que él no dejaba de dilapidar toda la fortuna que tenía en las bodegas del palacio. Nunca faltaba un buen vino y la carne, la mejor del continente entero. Hace tiempo que el pueblo dejó de importarle. Llegó como la promesa del cambio, y se acabó transformando en su propio enemigo amparado en una trama de favores que algún día se lo llevaría por delante. 

Entonces en el pueblo surgió un rumor. Al principio era como un pequeño riachuelo que recorría las entrañas de la tierra, pero luego, como la fuerza del agua misma, comenzó a abrirse camino. Primero se encontró con la oposición de los suyos al simple hecho de protestar un poco, pero luego, tras meses de merme y batalla, los viejos cedieron a los jóvenes.

Hoy en las calles de ese reino se escucha ese pequeño rumor, tenue, sí, pero un poco más alto y mucho más firme que antes. Un rumor que era el eco de las voces de los jóvenes que no se resignaron a seguir callados y amordazados, mientras el rey déspota dilapidaba todos los impuestos de su pueblo.

Ese rumor, ese eco, provenía de las gargantas que gritaban a diestro y siniestro “Ya estamos aquí, hemos venido para quedarnos, y vamos a luchar. Prepárate, porque nosotros, ya estamos listos”


Llega la hora de luchar. ¡A por ello!


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