La Historia de la Buena Suerte
Hace mucho tiempo, en uno de esos reinos lejanos donde reinaba la paz eterna, un rey quería casar a su hija. Había dos caballeros que pretendían a la joven doncella, y solamente uno sería quien consiguiera besar la suave mano de porcelana de aquella princesa.
-La contienda será sencilla. Tenéis que traerme un trébol de cuatro hojas. Quien lo consiga, tendrá la mano de mi pequeña.
Los caballeros salieron al galope y cuando llegaron a un cruce de caminos se separaron, allí, uno de ellos se internó en un bosque para comenzar la búsqueda del ansiado trébol, en cambio el otro, se bajó de su caballo y se puso a pensar.
“Los tréboles necesitan sombra”. Tardó lunas enteras en plantar decenas de árboles para que estos arraigaran y proporcionaran sombra, pero los tréboles seguían sin salir. “Los tréboles necesitan humedad”. Tardó meses en trabajar con pico y pala para desviar el cauce del río y que pasara entre los árboles que había plantado. “Ahora, solo falta esperar a que llegue la primavera”.
Mientras el caballero esperaba por la estación su oponente continuaba la búsqueda en el interior del bosque, saliendo únicamente para decirle: “Así no conseguirás nada, tienes que hacer lo que hago yo, ponte a buscar”.
La primavera llegó, y con ella no hubo ni uno ni dos tréboles de cuatro hojas en la pequeña arboleda, sino cientos de millares que cubrieron todo el suelo bajo la sombra de los árboles en flor y el susurro del agua.
Cuando apareció ante el rey y le entregó un ramo de tréboles de cuatro hojas, el monarca le dijo: “Hace meses un demonio se apoderó de mi hija, la tiene retenida. Ha dicho que el vencedor será quien decida donde tendrá lugar la pelea, y será a muerte.”
El caballero no lo dudó en ningún momento y retó al diablo en el único lugar donde estaba completamente seguro de ganar la batalla, en un lugar donde su trabajo y su sacrificio fue recompensarlo con tréboles de cuatro hojas, donde sabía cómo y dónde estaba cada raíz, cada piedra y cada rama, y gracias a ello, ahogó al diablo a la sombra de los propios árboles que había plantado, y entre las aguas que el mismo había llevado hasta ahí.
La buena suerte no existe, ni el dar pena, ni mucho creer que por dar los puñales oportunos y a tiempo crecerás más en la vida. Lo bonito de la historia no ha sido como el chico se carga al demonio y se casa con la princesa, sino que mientras él trabajaba siguiendo a su instinto y a su corazón, el otro caballero aún sigue buscando un trébol de cuatro hojas que le arregle la vida.