Oro
Son ellos los que de verdad valen la
pena y por los que vale la pena partirse la cara. Son esas personas con las que
te reúnes para trabajar, con las que te vas de cañas y con los que juegas a las
cartas, con los que pasas los momentos jodidos mientras arañas alguna canción
con la guitarra.
Es esa gente tan diferente; son esos
elementos tan dispares y heterogéneos como el agua y el aceite, los que con
comentarios idiotas, pero que llegan al alma, los que a veces y sin darse
cuenta, te hacen caminar por uno de los caminos más complicados que pueden
existir en esta vida, y que es voluntad de uno mismo emprender o no.
La solución fácil es huir, es coger un
tren o un avión y meterse 1200 km olvidándose de todo. Lo complicado es
quedarse, enfrentarse a lo imposible por que alberga la palabra posible, y porque
crees que la esperanza late en el fondo de los corazones de esas personas que
en algún momento te dedicaron una sonrisa, pero que hoy ni te regalan una
mirada.
Una vida dedicada a los demás es en sí
una vida noble, una vida dedicada solo a sí mismo, no es otra que una vida
vacía, y hoy es uno de esos maravillosos días en los que te das cuenta de que el
oro no tiene que brillar, ni tan siquiera tiene que pesar.
El
oro, lo único que tiene que hacer, es latir.