Jano
Quizás
soy raro por creer todavía en esos viejos ideales de caballeros medievales, en
que las personas justas tienen que dar incluso su vida si con ello logran
salvaguardar aquello en lo que creen, aquello por lo que siempre han dado la
cara.
Sí, es
posible que los ideales en pleno siglo XXI no sea otra cosa que una palabra de
la que mucha gente ni siquiera entienda su significado, pero para mí, son lo único
que me hacen seguir adelante cuando lo demás falla. Hubo alguien que me dio
hace concretamente 17 años la mayor enseñanza de todas, y es la de no fiarse
nunca del ser humano, tan solo de uno mismo.
Aquellos
que quieren estar contigo y a tu lado te entienden con tan solo mirarte a los
ojos, en cambio los que quieren usarte, intentarán controlarte, manipularte,
mentirte, cambiar tu forma de pensamiento, e incluso ponerte en contra de
aquellas personas que te apoyan sin decir palabra alguna.
Tengo
un apellido, tengo un nombre, y no pienso mancharlo para que alguien consiga
una venganza en una pelea de críos. Quien quiera una silla que baje al barro a
por ella, a mí no me hace falta.
Tengo
unos ideales y pienso defenderlos, y no hay ni sillón, ni aborto de soborno
alguno, para que me ponga del lado de aquellos que no tienen ni un mínimo de
respeto por la libertad, por la justicia, y por la igualdad. Podrán matar mi cuerpo, pero no mis ideales.
Por cierto, Jano
es el dios romano de las dos caras que simboliza el principio y el final, la
muerte y la vida, la verdad y la mentira. Cuidado con las dobles interpretaciones,
porque en algunos casos las carga el diablo, y quien sabe, tal vez esta sea una
de ellas.