Sea Battle
El que algo quiere algo le
cuesta, o por lo menos eso es lo que dicen nuestros mayores cada vez que nos
ven a alguno de sus nietos o hijos tirarnos de los pelos cuando algo no sale
como queremos, pero hay cosas que cuestan, y hay cosas que poco más y tienes
que pedir plaza en un hospital para recargar pilas.
Sueño, energías al mínimo,
estrés… A los autónomos y a los emprendedores tenían que hacernos una plaza.
A contrarreloj; sería la
definición perfecta de estas semanas que poco más y me cuestan un infarto de
miocardio y que se cobraron ya unos cuantos kilos. Pero el que algo quiere
algo le cuesta, y es o dar el callo hasta final o darse por vencido a lo que
pueden ser las puertas del cielo.
El otro día leí algo tal como
esto: “A veces me pregunto si realmente compensa luchar por algo que está casi
perdido o dejarlo todo”. Es simple; no hay batalla más perdida que aquella que
no se decide librar.
¿Renunciar? Jamás. Nunca
choveu que non escampara. Hay sueños por los que vale la pena sufrir un poco
más, y este, precisamente este, es uno de ellos.