Queridos miedos
Queridos miedos, tenemos que
hablar.
Cuando en una relación se
dicen estas tres palabras seguidas, quiere decir que se acaba. Que hay que
escribir un punto y final en el capítulo para pasar página y proseguir con la
historia, que los caminos hay que recorrerlos desde ahí en solitario, y que hay
que sacar lastre de la mochila.
He esperado hasta última hora
para tener esta conversación, pero tengo que decírtelo. Ya no aguanto
más contigo rondando en las esquinas y en el pecho, con el descontrol de mi
destino y con la impaciencia golpeando la puerta cuando la máxima siempre ha sido la de “Será lo que Dios quiere que
sea”.
Te dejo. Sin miramientos.
Nuestra relación no tiene futuro, y algo me dice que los siguientes pasos a
tomar son pasos en los que no podemos compartir asiento. He de coger este tren
y solo saqué un billete, y ese billete es para mí. Hay causas que merecen ser
defendidas. Incluso si alguna batalla es a pecho descubierto y sin la brillante
armadura de caballero, hay que presentar batalla.
Os mentiría si os dijera que
es un hasta luego. Esto es un adiós definitivo. Os destierro de mi futuro, de
mis sueños y de las acciones que emprenda desde ahora. No es ser un temerario,
es estar dispuesto a dejar de ser un joven para embarcarme en toda una aventura
de “mayores”.
No os deseo mal ninguno,
espero que vosotros tampoco me lo deseéis a mí.
Hasta siempre.
P.D. – Sería todo un detalle
que os llevarais con vosotros en la maleta a todas las pesadillas y mamandurrias varias que
acostumbráis a tener de palmeros. Tampoco me hacen falta.