The Guardian of the Throne
Suena
un lastimero violín tras la voz del viento anunciando un sueño ajado y roído,
la caída de un gigante malogrado sin más hado que el caer y haber caído. Pero
son los grandes gigantes quienes cambian la historia, quienes desafían a las
cumbres borrascosas bajo el terrible frío.
Se
paralizan las lágrimas de la lluvia bebiendo del vacío, se centra el sonido
bajo el rugido de la noche compuesta por el aroma de los latidos sin sentidos y
el fin de su nombre. Bajo la mirada de las intrigas palaciegas indignas de un
verdadero hombre.
El
verso convertido y convexo en el llanto de sueños funestos y frustrados,
cristales ajados por el despecho y las envidias consumidas de quienes ansían tu
fracaso, de toda esa oscuridad que rezuman las tinieblas que siguen a tu ocaso.
Se
luz. Se claridad. Se ese sentimiento de libertad que desgarre vientos al norte,
demuestra que aquello que te late en el pecho es tu digno nombre, y que no hay
mayor descaro para esta vida que vivirla sin más. Que mientras unos se matan en
conjuras sin sentido, tú has encontrado el eterno conjuro que permite respirar.
Vive libre, y libre serás.