Pundonor
No tienes tiempo ni de pensar. Llevas toda la semana con la mente fija y en blanco, pensando en tu control, en el control del cuerpo, de cada gota de sangre que recorre tus venas hasta tu corazón. La cabeza lo es todo, y el control sobre uno mismo es el control sobre lo demás. Arrancas guiado por el espíritu guía del “Dios dirá, hemos venido a jugar”, con la única certeza de que tienes que terminar. El cómo es indiferente, la meta es lo que cuenta. Coges aire y te encomiendas a todo cuando santo haya en el cielo, a la paz interna de Buda y a la férrea esperanza en uno mismo. Entonces sucede. Controlas tu respiración, las pulsaciones y el vaivén. Llevas el control del aire que brota a tu alrededor, te fijas el objetivo de ser tú, de pelear contra ti mismo y contra tus límites, contra la sensación de derrota a la que tienes que hacer frente para conseguir tus objetivos. Los segundos caen del reloj, y el sufrimiento llama a tu puerta. Peta durante dos segundos pidiéndo