Apellidos
Hubo un profesor que me dijo
una vez que en esta vida una de las cosas más importantes que tenemos es
nuestro apellido y, que ocurra lo que ocurra, jamás podemos mancharlo. Un apellido
implica a toda tu familia, tanto ascendientes como descendientes, y los actos que realices serán parte de la
mochila con la que cargarán los años venideros.
Hay familia con la que no
compartes apellido, pero que al fin y al cabo son familia. Amigos, pareja,
personas con las que tus padres rehacen su vida… Ejemplos hay cientos. Según la
RAE una familia es aquel grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas y en mi modesta opinión, lo de “emparentar” no siempre tiene que ser sobre el
papel.
Familia es aquel grupo de personas
que las pasan putas unidos, que se enfrentan a cada día y a cada problema como
si la vida de uno mismo estuviera en juego, como si no existiera un mañana.
Estoy muy orgulloso de los apellidos y del legado de mi familia, pero sobre
todo, estoy muy orgulloso de esa familia que me rodea y con la que no los comparto.
Hoy tiene lugar ese punto de
inflexión, y como un matón de colegio de 15 años quiero decir la frase de “quien
se meta con uno de los míos, se enterará de lo que bueno”. Familia no hay más
que una, y hay que defenderla con uñas y dientes, porque eso de compartir
apellidos para pertenecer a una familia, hoy en día, es algo que está muy
sobrevalorado.
A sangre y fuego. A una.