Diez Minutos
Leí en
algún lugar que para ser realmente feliz hay que estar diez minutos en
silencio, sin hablar y sin que te hablen, manteniendo solo el sonido ambiental
de un lugar tranquilo. Supuse que sería alguna pijada de estas genialidades del
fenshui que están tan de moda ahora en el 2016, pero por probar no se pierde
nada.
Escogí
el momento de casualidad, saliendo de la biblioteca y esperando a que mi novio
saliera de la facultad, lloviendo a cantaros sobre el coche y con algún que
otro autobús que cerraba la ruta.
Respiras
con el diafragma, por la boca, que el aire entre de sopetón en los pulmones y
te haga olvidar por un instante los problemas, las pruebas, los exámenes, los
entrenos... Hasta el dolor insoportable de la rodilla izquierda.
Una y
otra vez. Coger aire y suspirarlo mientras la lluvia choca contra el coche con
ese tintineo metálico.
Diez
minutos dan mucho para pensar, y la conclusión que he sacado de este
experimento, es que el hablar con uno mismo resulta muy curioso, realmente
curioso. Ahora entiendo el motivo por el que los locos son personas felices, y los cuerdos un
poco más tristes cada día.