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Mostrando entradas de febrero, 2016

Capítulo 24

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Y bueno, se acercan los 24. A pocas horas de entrar en los que para mí siempre han sido los años de oro. Sigues siendo un ingenuo en la vida, pero empiezas a tener todas las armas posibles para hacerle frente. Quizás puede que consigas alguna para tener en la reserva como si fuera el inventario de Sir Daniel Fortesque. Adiós a los 23, que se despiden con el punto y final al primer tomo de mi primera trilogía y el segundo libro que publico, Los Guardianes de Lugar-Olvidado. Hola a los 24 con más ilusión y ganas de lo que podría pensar. Tenía una profesora que decía que no le gustaba celebrar ni las Navidades ni los santos, pero que los cumpleaños los celebraba porque era un año más que seguía viva. Siempre nos queda el vivir por aquellos que se fueron demasiado pronto. Así que toca seguir hacia adelante, toca seguir formándome, toca seguir escribiendo, seguir con los amigos de siempre y hacer más, seguir corriendo detrás de mis sueños. Toca seguir mirando hacia

Causas Perdidas

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La rodilla roza el suelo hasta el punto en el que notas como las piedras ruedan al contacto con la piel. El honor se define en ese milímetro que separa el hincar la rodilla del mantenerte en pie, aunque sea un segundo más para decir “yo soy de los que muere matando”. En muchas ocasiones se dice que el honor no sirve de nada, que es un invento del siglo pasado que ha causado más muertes que la peste, pero soy de los que defienden que el honor es uno de esos valores que hoy por hoy la sociedad, por desgracia, ha olvidado. Cuando te embarcas en proyectos tienes que asumir que si lo haces, es desde el principio hasta el final, no vale eso de bajarse en mitad del trayecto cuando tienes una vía de agua en el costado de la proa de estribor. Hay que tener especial cuidado cuando uno decide embarcarse en una travesía que no tiene un puerto de llegada, o que su puerto de llegada es como el capítulo final de One Piece, que no tiene visos de aparecer nunca. Hay causas que nacen perdid

Siete Días

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Cuando te dicen que vas a tener en siete días a tu segundo vástago en casa, experimentas una sensación curiosa. Conservas esa ilusión del primero, ese “no me puedo creer que por fin esté aquí”. Conservas esa sonrisa de haber cumplido contigo mismo y con esa promesa de escritor de causas perdidas, y es inevitable recordar como empezó toda esta historia. Recuerdo esta misma sensación, recuerdo que llovía, era de noche, hasta recuerdo la hora y la cara de mala leche por aparecer en la oficina de correos justo cuando estaban cerrando, y recuerdo que cuando me lo dieron en la mano salí corriendo para abrir el paquete. No sabía ni por donde se abría aquello. Aquellos que sean escritores saben de lo que hablo. Tienes en tus manos el poder de crear, de destruir, de viajar por mundos a placer, de llamar a gente que no está contigo para que libre batallas codo con codo, para que un minuto de los mil cuatrocientos cuarenta que tiene el día te puedas evadir de la realidad siguiendo co

Embatado y lo que surja

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En estos días he aprendido a valorar lo que es el poder tener libertad. El no tener que depender de nadie para salir de casa y que conduzca por ti, o el hecho de no tener que estar en el sofá leyendo 16 de las 24 horas que tiene día. Durante este tiempo, que previsiblemente me espera durante al menos un par de días más, tengo literalmente las ganas de querer arrancarme un pie. Ahora entiendo a nuestros mayores cuando no pueden salir de casa y se tiran toda la tarde embatados viendo la televisión, y de porqué la jubilación acaba siendo el mayor asesino de esta sociedad. Que me digan lo que quieran, pero claramente la ausencia de libertad debe ser catalogada como una asesina en serie.  Tienes ganas de hacer cosas, de entrenar, de ir a sitios, de quedar para tomar algo sin tener que depender de un taxi en la puerta… Es esa horrible sensación de dependencia que supongo pasarán todas aquellas personas que tengan algún tipo de problema de movilidad. Porque el estar durante una s

Montañas

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Decía una canción de Mago de Oz que cuando un sueño muere es porque se hace real. Es entonces que entiendes que en la vida si te rindes cuando más difícil se ponen las cosas jamás lograrás nada, y que si de verdad quieres hacer algo estás tardando en hacerlo, porque eso de que la montaña va a Mahoma incumple todo cuanto principio físico existe. Si tienes como sueño triunfar en algo ya estás tardando en descubrir que es lo que se te da bien para dedicarte en cuerpo y alma a ello. Habrá gente que te dirá que estás como una puta regadera, otros que se reirán de ti y pasaran de tus aspiraciones, y una pequeña parte, esa gente que te quiere, te seguirá hasta el borde del abismo para empujarte cuando quieras bajarte del carro. Nadie dijo que vivir la vida fuera fácil, pero más complicado es el no darse por vencido. Llegados a este punto, en el que han caído seis de los diez pilares del mundo, estás obligado a acabar con todos. Esta es una contrarreloj contra todo, donde solo tú ti

Destemplado

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Cuando se te destempla el cuerpo viene siendo por dos cosas: o por la ausencia de calor, o por el aumento del frío. Se siente frío cuando est á s sólo, cuando crees que no vale la pena luchar por nada, cuando tienes asumido que nadie te quiere o que quien te quiere lo hace por el interés, sabiendo que permaneciendo a tu lado le darás lo que quiera. Esto me recuerda a las rubias malas de las películas de corazón frío como el hielo, movidas más por la cartera llena y un a posición , que por un corazón que tenga latidos. Después está la ausencia de calor, que son esos momentos que pasas cuando todo se jode. Cuando los planes se tuercen porque el destino, sabio en su infinita sabiduría, te dice que el momento llegará pero no ahora, y es ahí cuando baja la temperatura que tus amigos, o por lo menos los conocidos con los que compartas alguna causa, te echan un capote sobre los hombros para que entres en calor. Aquí es donde entra en juego el calor y el frío, donde se d