Destemplado
Cuando se te destempla
el cuerpo viene siendo por dos cosas: o por la ausencia de calor, o por el
aumento del frío.
Se siente frío cuando estás sólo, cuando crees que no vale la pena luchar por
nada, cuando tienes asumido que nadie te quiere o que quien te quiere lo hace
por el interés, sabiendo que permaneciendo a tu lado le darás lo que quiera.
Esto me recuerda a las rubias malas de las películas de corazón frío como el
hielo, movidas más por la cartera llena y una posición, que por un corazón que tenga
latidos.
Después está la ausencia de calor, que son esos momentos que pasas cuando todo
se jode. Cuando los planes se tuercen porque el destino, sabio en su infinita
sabiduría, te dice que el momento llegará pero no ahora, y es ahí cuando baja
la temperatura que tus amigos, o por lo menos los conocidos con los que
compartas alguna causa, te echan un capote sobre los hombros para que entres en
calor.
Aquí es donde entra en juego el calor y el frío, donde se define si es mejor el
congelarse en un solitario invierno, o luchar por un leve rayo de sol… y puestos
a morir, que sea luchando, con las botas puestas, y con la ilusión de un nuevo
amanecer que temple el cuerpo.