Caballeros, espadas, y dragones
Aquellos que me conocen saben
que soy de los que tiene unas creencias que no se cambian, que son las que son
para bien o para mal, pero que son mías, las que me forman como persona y que en
buena parte son las que brotaron de las semillas que plantó mi familia
alrededor de mi educación. Eso no quita que cometa errores, nadie es perfecto
ni tiene la verdad absoluta.
Obviamente hay gente que no
tiene que pensar así ni tener ideales tan acérrimos. Por ejemplo, los hay que
hoy se levantan odiando a una persona que igual poco más que borracha le llama
de todo, y al día siguiente le está de perrito faldero. Por aquí por Galicia se
les llama “lameconas”. Eso sí que, reconozco, es algo que no va conmigo. Lo respeto
a quien le guste, pero el amor propio como su propio nombre indica… Es lo que
se quiere uno mismo, y ni con eso, ni con la familia, se debe jugar. Hay líneas
rojas que si se cruzan, deben asumirse las consecuencias.
Esto
me recuerda un par de debates que tuve donde hubo quien quiso usar una de mis
pasiones, como es escribir, en mi contra, diciendo que la política no es cosa ni de dragones, ni de caballeros, ni de espadas. Pues que quieren que les diga…
Me
resulta gracioso porque para mí es un absoluto honor el haber publicado ya dos
libros de este género, a punto de sacar un tercero en Agosto/Setiembre, y que
una editorial europea se pusiera en contacto conmigo para firmar un contrato,
pero volviendo al asunto principal que nos trata… Lo reconozco; en pleno siglo
XXI los dragones ya no existen, pero yo sigo creyendo en que existen los caballeros.
Para mí un caballero en este
siglo es quien está dispuesto a respetar a los que no piensan como él, y no contento con ello jura protegerlos y dar
la cara por ellos delante de quien sea, porque la libertad y la justicia están lejos
de ser simples palabras que cogen polvo en un diccionario, y la única forma de
que estas palabras cobren sentido no es haciendo uso de ellas, si no de los
valores que transmiten.
Porque puede que fallen las
propuestas, que fallen las aportaciones, pero jamás fallará la voluntad de
servir, de ayudar a cambiar, y de seguir mirando hacia no un futuro más dorado
o más utópico, sino a un futuro para mis hijos que sea mejor que el presente
que a me ha tocado vivir a mí.
Eso amigos, eso es para mí lo
que significa ser un caballero, y eso es lo que significa para mí la palabra política.