Críos
Ahora que está tan de moda el
Pokémon Go no he podido evitar echar ese vistazo a la infancia que nos pasamos los de
mi generación. A Dragon Ball, Digimon, y Pokémon, a las guerras de globos de
agua en el pinar de Ares, o ir en bicicleta atravesando medio Mugardos cuando
aún estaba la vía rápida en obras.
Éramos críos. Niños que se
creían que podían cambiar el mundo de la noche a la mañana. Como si fueras uno
de esos niños elegidos que cruzó el portal para irse al mundo digital, y todo
esto siendo esos retacos que no sobrepasaban el metro y medio de altura, pero que tenían aspiraciones que nadie en el mundo podría tener.
Echo de menos aquella inocencia
de la infancia en la que tu mayor preocupación era llegar a tiempo del colegio
para ver los capítulos de Digimon. En los que toda la gente que querías estaba
contigo porque creías que nunca se iban a ir, esta etapa en la que eras inmune a todo, salvo a las raspadas en las
rodillas o a los cortes con alguna rama cuando escalabas a un árbol.
Pero para bien o para mal
creces, vas aprendiendo de la vida y de que no todo era tan fácil. Las
aspiraciones cambian, las preferencias, hasta los gustos. Pero quizás por mucho
que te cambie la vida el secreto se encuentre en seguir teniendo esa parte de
niño pequeño que te deja seguir volando un poco con los pies en la tierra, que
te deje sonreír sin preocuparte por el mañana más inmediato.
Sí, el mundo da vueltas estés
de acuerdo no. Pero sólo tú decides si el tiempo finalmente cuenta algo. Que
aquella simplicidad que teníamos siendo niños no la perdamos siendo adultos, y que
el perseguir nuestros sueños, siga teniendo únicamente como dificultad las
limitaciones que nos pongamos nosotros mismos.