Agua y viento
Lo
primero será raparte el pelo y hacer una rápida purga de todos esos conocidos
de las redes sociales, esos que cuando te ven por la calle no te saludan y
hacen lo posible para que no los veas, y así evitar saludarte.
Lo
segundo que harás será coger una bolsa de basura, una de estas bien grandes.
Dentro de ella meterás toda la ropa que puedas y que haya pasado más un mes y
no te hayas puesto. Vaciarás tu armario de todo aquello que está criando polvo
y que guardas por la inercia de cambio. Una vez la tengas seleccionada, una
parte irá a la beneficencia y la que no se pueda, a la basura.
Lo
tercero será poner en orden todos y cada uno de los papeles que tengas
pendientes. Organizarás tu despacho, tu bunker, tu sala de control. Lugar en el
que se gesta toda cuanta acción merece la pena emprender, donde se dan punto a
cada parágrafo de los libros que escribes y de cada plan de acción.
Lo
siguiente, no lo sabes. Supones que lo que tienes que hacer en avanzar con paso
firme y la sonrisa característica, con la certeza que no se puede hacer más de
lo hecho. Tener fe en el destino, y ser tú quien lo decida.
El
pelo crecerá con más fuerza, la ropa será la de una nueva etapa, y los libros y
centenares de folios que sobrevivan a la más dura Inquisición, serán los que te
acompañarán durante los próximos años.
Eso
sí, una de las cosas que debes mantener durante todo el proceso, es el de decir
las cosas sin paliativos. Al pan, pan, y al que no le guste, pan duro. O
piedras, eso ya al gusto de consumidor. Incluso ofrece palos para hacer
cabañas.