El susurro de la espadaña
Silencio sonoro.
Lo que despierta cada mañana en la penumbra del cuarto cuando todavía no se
levanta la persiana. Penumbra que te baña por completo bajo el calor de las
sábanas y de las mantas invitándote a quedarte entre ellas un poco más.
No
naciste para ser un espíritu aletargado en un depósito de cristal, para ser un
cuerpo anestesiado por el silbido de la espadaña que se mece bajo el atardecer,
bajo los tonos anaranjados que arden al otro lado de la montaña.
Y así
ardió todo. Hasta no dejar rastro de nada, hasta cubrirlo todo de ceniza para
que de ellas resurgiera un brote. Ardió bajo la mirada del ocaso y el silencio
de las estrellas, ardió hasta consumirse a sí mismo como el caníbal que se devora.