Línea Horizonte
Era
una de estas sensaciones que llevaba algo más de un año sin probar.
De esto que te carga las pilas la pequeña corriente que conecta
entre neurona y neurona, entre nervio y corazón. No sirve de nada
llorar por algo que no tiene solución, y si tiene solución llorar
tampoco sirve de nada. Una de las grandes enseñanzas de Buda.
Esa
sensación de no poder con los brazos, de notarlos hinchados,
pesados, pero ganas de levantarte mañana a la primera luz del sol
para sumergirte en el agua transparente de la piscina a cansarte más.
Es
ilógico, coñero, la verdad extrañamente placentero, eso de
disfrutar con el cansancio. Eso de acostarte o levantarte a las mil
de la mañana, de enfrentarte a cada papel en blanco como si fuera el
mapa trazado por las estrellas del firmamento, a cada proyecto sin
comenzar como una posibilidad más.
Los
viejos siempre dicen que no sueñes y que seas realista, pero siempre
he sido un soñador empedernido movido por los impulsos del corazón, y por la corriente eléctrica que nace del cerebro. Porque de entrada el
no ya lo llevas, y desde aquí hasta el sí, la línea recta de las
oportunidades rivaliza con la finura longitud del perpetuo horizonte.
Empieza
el viaje; primera parada: Lisboa