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Mostrando entradas de marzo, 2018

Reencuentros

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Cuando menos te lo esperas, el destino pone negro sobre blanco y te regala esos momentos que recordarás durante un segundo, pero que te llenarán de anécdotas. Recordarás el atracar en Ibiza, y sin pensarlo poder quedar con alguien a quien no veías desde hace la friolera de 10 años, y que era prácticamente improbable, por no decir imposible, que os vierais en las condiciones fijadas; de disponer del tiempo necesario para hablar sin prisas, en una isla del Mediterráneo, en la que las posibilidades de cuadrar eran hasta negativas. También tendrás esa anécdota de la amiga con la que pasaste una de las etapas que más te han marcado. Una de esas amigas con las que bebías el vodka más barato que había en Alcampo los jueves por la noche, con la que dabas la putivuelta en el Cenicero y a la que acabaste viendo en una terraza delante del Palacio Consistorial de Cartagena. Pero quizás lo que más te lleves sea el abrir el cajón del escritorio y notar un escalofrío que mete miedo. Pre

Vuelo motor

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Cierra los ojos. Solo haz eso. Cuando los abras y te mires delante del espejo, pregúntate si realmente estás haciendo lo correcto. Si estás sintiendo que haces lo que te gusta, que estás completo y lleno por dentro. Que eres tú. Durante un mes he aprendido a desintoxicarme del móvil, de las redes sociales, y de todo lo que es superfluo. He caído en la cuenta de que lo que más me importa en este mundo son mi familia y mis amigos, el saber de ellos y que todo está bien. En orden.  Aprendes a apreciar cada instante con ellos y a disfrutar mejor. De hecho hasta he podido deleitarte sembrando el caos a distancia con alguna que otra maldad, pero te cambia la perspectiva de lo realmente importante, y es que de nada sirve correr si no tienes un motivo para hacerlo.  Después de tiempo buscándome a mí mismo, de necesitar orientarme, me encontré mirando a las nubes en medio de una tormenta, y encontré el rumbo en el vuelo de una gaviota. De que he acertado con el destino escogido y

Luz Verde

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No te lo esperas para nada, pero algo dentro de ti te pide que vayas a cubierta. A la tercera, al abrigo de la parte posterior del guardacalor. Allí donde ningún obstáculo impide ver la inmensidad de lo que estás viviendo. Y te lo encuentras delante de ti. Como un golpe en el pecho que te deja sin aliento, que te hace coger aire mientras la brisa y los últimos rayos de sol te besan en la frente y te acarician la mejilla, como el último beso, la última caricia, la última mirada. Y esperas los minutos que sean necesarios para contemplarlo. Decides esperar allí un poco más, con el aire contenido en los pulmones recordando esas raíces tan profundas que se las traga la Mar, que llegan hasta donde descansan los esqueletos de los galeones de Trafalgar. Y se te escapa la lágrima cuando lo ves.  En el horizonte. Con el cielo despejado y rasgado por alguna nube perezosa, con la duración de un cuarto de latido, en la línea mágica que separa dos mundos; la luz verde. Por esa luz verd

Viento helado

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Escuchas de fondo el ronroneo del motor mientras el sol entra por la ventana del camarote. Tienes quince minutos antes de bajar al zafarrancho de combate y apreciar un poco más el significado de dormir del tirón unas ocho horas diarias, porque eso solo ocurre cuando no estás surcando los mares. Pero es curioso. El mecerte con las olas mientras ves el reloj de la pared y la calidez de la luz te relaja. Hace días que toda esa presión y todos esos cabos que hay en tierra dejaron de pasarse por la cabeza, y te das cuenta de que lo imprescindible, realmente, ya no lo es tanto.   De hecho, te das cuenta de que puedes llegar a rendir mucho más con unas millas de distancia que en el propio renglón de la ecuación. Te das cuenta de que vale la pena vivir para que no se note tu presencia, si no para que deje marca tu ausencia. Quizás es la brisa que baja de la montaña nevada y que cruza el mar para darme en la cara, que me ha despejado las ideas hasta límites que yo mismo desconocía

Colibrí

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Esto es diferente. Completamente diferente a todo lo que pensaba. Distinto a lo que te enseñan y a lo que estás acostumbrado. Esto, indudablemente, es mucho mejor.  Lo primero: Estoy vivo. Lamento si he defraudado a alguien, pero aún me queda cuerda para dar por saco. Lo segundo: Sin duda alguna, he tenido el mejor regalo de cumpleaños de mi vida, aunque en parte haya sido lejos de mi familia y amigos. Y es que esto es otro cuento. Es otra historia. Es algo que muy poca gente entiende. Quizás como dijo un veterano de abordo: Es para lo que unos pocos hemos nacido, y para lo que cada vez nace menos gente. Los que vivimos esto no estamos hechos para estudiar una carrera cuatro años y acabar en el despacho de turno hasta jubilarte. En la vida no todo sale como uno quiere, pero si algo tengo claro, es que finalmente si de verdad quieres algo con toda la fuerza de tu corazón y lo persigues, el universo está más que obligado a dártelo. Solo tienes que demostrárselo. La