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Mostrando entradas de mayo, 2018

Dejar de correr

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No cuestión de que sea fácil o difícil, es el momento en el que desconoces en qué punto se encuentra la cruz de la balanza. En qué punto de referencia está el equilibrio más aproximado. Siempre he sido de correr. De ponerme los tenis y empezar a correr. De que las prisas guiaran los pies manteniendo el control de hacia donde quería ir. Cuando estuve embarcado lo que más aprendí de la mar es que las olas, tarde o temprano, acaban llegando a tierra. Que la mar es paciente, y que las cosas que realmente valen la pena nacen fruto de precisamente esto, de la paciencia de plantar una semilla que dé lugar al brote. De plantar una semilla de naranja que haga crecer el árbol, de la flor de azahar que lo impregne todo de su esencia y de la que no surge una naranja a medias, si no la naranja completa.  Porque el tiempo pierde sentido cuando se conoce el destino, y el viaje en sí mismo es realmente lo que importa. Que aquí da igual la entropía si es negativa, positiva o igual a c

Rompiendo cascarones

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El miedo nos hace ser cobardes. Nos hace ser conservadores e intentar evitar sentir daño. Nos crea un caparazón de granito y adamantio que nos impide hablar con claridad, expresarnos con franqueza y sostener la mirada. Como el cascarón que deben de romper los polluelos de las gaviotas para iniciar su ciclo de la vida. El miedo, lejos de hacernos precavidos y seguros, nos hace ser vulnerables y vengativos. Nos amplifica los sentidos y nos abre el suelo con la única intención de no dejarnos dar un paso hacia delante. De crearnos un lío en el interior de la cabeza peor que el dibujo que le hace Desdentado a Hipo en “Como entrenar a tu dragón”. Pero jamás debes olvidar el valor no es la ausencia del miedo; el valor es tener miedo, sobreponerte y enfrentarte a él. Que las cosas que más tememos, en boca de Robin Williams, han sido las que ya nos han ocurrido en vida, y que si lo más sencillo es complicarlo todo, no queda aplicar otra lógica que el dejarlo fluir.  Porque los g

Naranja y chocolate

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Como si fuera una de estas bromas macabras que te gasta el destino, volví a sonreír precisamente en el día de hoy, mientras orvallaba en la ciudad de la piedra mojada y me dejaba perder por las calles pasando frío sin sentirlo. Resucitó de su eco una canción que me sé de memoria, pero que no tenía ni idea de la banda sonora que sería finalmente. De llevar a cabo una de las mayores atrocidades románticas y arriesgarse a hacer zumo de naranja con dos mitades, cuando pensabas que el naranjo se había secado por completo.  Que las locuras cuando se lleven a cabo sea, como dice 30STM, en defensa de nuestros sueños. Que ya no es cuestión de saltos al vacío o corazones de piedra. Que el que renuncia a cambio de nada emprende un camino de derrotas similar al que renuncia porque se da por vencido. Y es que cuando desconoces el futuro, y no puedes cambiar el pasado, lo único que te queda es vivir y sentir la certeza del presente.

Oído, visto y sentido

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He visto los atardeceres más increíbles que haya podido pensar. He visto como la luna llena se reflejaba en las aguas y lo bañaba absolutamente todo de tono madre perla. He cantado la canción pirata de Espronceda situando Asia a un lado, al otro Europa, y allá a mi frente Estambul. He sangrado, magullado y hasta aplastado partes de mi cuerpo quedándome cicatrices que jamás se irán, pero en ningún momento he dejado de seguir afilando acero, soldando, o sumergiéndome en diésel y fuel oil. Jamás he soltado la llave inglesa en un apriete, ni cesado en el intento de buscar una solución. Así tuviera que leerme todos los manuales en japonés que se me pusieran por delante. He navegado con delfines jugando a mi proa, y cachalotes resoplando a estribor. He sentido en la cara el viento en el castillo mientras el horizonte, y solo el horizonte, se abría ante mí como la línea generada entre las páginas de los libros a los que tanto he echado de menos. He utilizado todos los recursos