Miradnos; sin miedo
Cuando
uno tiene la conciencia limpia y el alma impoluta, no tiene que tener miedo.
Cuando una persona es de palabra y actúa siempre con la verdad por delante, no
tiene que tener miedo. Cuando una persona es fiel a los dictámenes de su
corazón, a su criterio y a sus convicciones, jamás debe de tener miedo.
Creo
en la justicia universal; tanto la de leyes como en la del propio universo.
Tengo la firme convicción de que aquellas personas que sólo buscan el bien
común y anteponen este al suyo propio, más tarde o más temprano, reciben lo que
les corresponde. Todo llega.
Creo
en la palabra dada, y creo sobre todo en la buena voluntad, pero ante todo creo
en mis amigos. Creo en la firme convicción de cada uno de ellos que nos
lleva a estar a las duras y a las maduras partiéndonos la cara por defender los
intereses comunes, por la causa común que compartimos desde el fondo del
corazón de defender el pueblo que nos ha visto crecer.
Nada. Ni
la mayor de las calumnias, ni la más lograda de las difamaciones, podrá
frenarnos. Ni ahora ni nunca. Podrán regar ríos de tinta de maledicencias,
mentiras y todas las sartas de tonterías que sus cerebros les permitan crear,
pero jamás lograran frenar el ímpetu de los corazones de todas esas personas
honradas, serias e integras que somos. Ni mucho menos cuestionar la labor del
mejor líder que podríamos tener.
Entiendo sus frustraciones, pero no somos responsables de su falta de credibilidad. Mírense a un espejo y encontrarán a los culpables.
Entiendo sus frustraciones, pero no somos responsables de su falta de credibilidad. Mírense a un espejo y encontrarán a los culpables.
Miradnos crecer, porque lo
hacemos gracias a vosotros. Como
el árbol que nace en el centro de unas ruinas y se alza más alto que los muros
de piedra para ver la luz del Sol. La verdad siempre prevalece y el tiempo dará cuenta de ello.
Así somos; Firmes.
Unidos. Fuertes.