Libros y canciones
Existen canciones de Día Sexto que me han marcado durante
toda mi adolescencia, y que nunca dejan de sorprenderme.
Quizás porque sea nuestra canción aunque no lo sepas, quizás porque quien me ha animado a dar uno de los pasos más importantes de mi vida hayas sido tú sin darte cuenta. Quizás porque Neptuno nunca abandonó su reinado en el trono de sal.
No es cuestión de cervezas y cubatas, es cuestión de lo
fuerte que le has tocado a mi patata, y la que has sustituido por cualquier
tipo de corazón. Porque tengo la energía en mi interior capaz de hacerme saltar
al vacío que ocupan los dos metros de ancho que tiene la cama entre ella y el
abismo oscuro en el que anida el dolor.
Eres absolutamente aquello que apareció de la más absoluta de las noches, para convertirse en la luz de mis días. Eres esa resaca que se coge al día siguiente de las grandes borracheras inolvidables.
Por el remo, la política y todo lo que resta, por los momentos vividos a las tantas de la mañana, eres esa persona capaz de entender todo lo que siento. Que la última vez que he hecho algo por primera vez, ha sido el soltar las hojas de mi imaginación volando bajo tu sentido verso.
Eres esa bendita hoja de roble que ha resistido en el otoño frente al caos del invierno. Eres esa maldita droga que me hace sonreír feliz por entender los rincones más oscuros de mi alma.
Porque simplemente eres tú. Porque como dice la canción: eres ese libro que no quiero que nunca se acabe. Y mira que a mí me gusta leer.