La catarsis de la mariposa
La
Real Academia Española de la lengua define la palabra “Catarsis” en una de sus
acepciones como: Purificación, liberación o transformación interior suscitadas
por una experiencia vital profunda.
Se la
define como uno de esos momentos horrendos, horribles, en los que nadie logra
entenderte porque no existe otra persona que haya pasado por algo similar, que
entienda la angustia y el desasosiego que produce la incertidumbre y la fuerza
de esta. La increíble fuerza con la que hace temblar los cimientos de la causa
más razonada.
Pero
como ocurre con una transformación, tiene que doler. De igual forma que nos
duelen las encías cuando nos salen los dientes o los huesos cuando crecemos.
Cuando más sufrimos, que también más fuertes nos hacemos.
Y no
puedes hacer absolutamente nada, mas que observar como toda tu vida se va
desmoronando trocito a trocito en el reino de la incertidumbre, pero también
teniendo como esperanza la única certeza. Y es que todo pasa, todo cura, y todo
se calma.
Porque
a las catarsis hay que enfrentarse de la misma forma con la que José Luis
Rodríguez Zapatero se enfrentó a la crisis en España: No haciendo nada.
Solo
esperar. Esperar a que todo se derrumbe y los edificios se caigan, que la
naturaleza vuelva a exigir lo que le corresponde por derecho. Y cuando cesen
los temblores y el cielo se abra de nuevo a la luz del sol, que los cascotes
sirvan como pilares, y que construyas tan alto tu faro que las estrellas te den
un beso de buenas noches.
Porque
en la vida, todo pasa por una maravillosa razón. Hasta la más dura de las
catarsis. Como el gusano del que se reían por querer volar, y acabo convertido
en una mariposa.