Ajedrez
Dicen
que cuando crecemos nos tomamos las cosas más en serio. Que maduramos y asentamos ese nervio que tenemos dentro y que en algunos casos nos hace más
eléctricos que la propia electricidad.
Dicen,
y no sin tener razón, que la juventud va ligada a ser como esas ramas de árbol recién
cortadas, por lo de que la gente joven es leña verde y todo humo. Pero también
va ligada en la pasión y la intensidad con la que decides vivir el momento, con
las ganas y la fuerza que le pongas a algo en lo que creas desde el primer
minuto. Desde ese instante en que dices un “Te lo prometo” y pones toda tu
intención, fuerza y valentía en llegar hasta la meta.
Y vale
la pena. Por muchos motivos, pero quizás el mayor de ellos, sea el saber que
has cumplido con tu palabra. Que has logrado tu objetivo, pero que lo has
logrado con perseverancia, trabajo duro, y sin deberle nada a nadie más que a ti
mismo.
Por
todos esos momentos de zozobra, por todos esos instantes y sonrisas. Por todos
aquellos momentos en los que se hacen realidad los sueños a golpe de latidos de
corazón. Hagamos que esto ocurra, y no dejemos de soñar. Hagamos los sueños,
palabras, las palabras, hechos, y los hechos, realidad.
Y el
caballo entra en juego.