Fe
Llegará un día en el que nos encontraremos ante la tumba de la esperanza. Ese instante en el que la pesadumbre sea una carga tan dura que cerrar los ojos para dormir sea la única salida que veamos, que las manos ya no te respondan a ti, si no a los propios espasmos fruto del cansancio y de los sinsabores. Llegará un día en el que el alba se alzará teñida de rojo sangre. Ese momento en el que los sueños se caen hechos añicos de cristal y despertamos para sumirnos en la pesadilla. En el descontrol que tenemos por vida y que no somos capaces de controlar, porque nos sobran cabos y nos faltan noráis en el puerto. Y cuando llegue ese día tienes que recordar que la vida no es justa, y que solo aquellos que saben sufrir son quienes acaban llegando a la línea de meta. Que todo lo malo acaba pasando si uno es capaz de sobreponerse y que nada está perdido, mientras haya quien siga creyendo en ello. Porque a veces no hay mayor salto de fe, que el creer en uno mismo.