El último cabo
Duermes como el culo porque
tienes ganas de que se alce el nuevo día. Te acuestas pronto por querer ver el
amanecer. Comes lo justo y suficiente para mantenerte y seguir adelante, por
seguir detrás de las metas de las que acabas hasta las pelotas porque valen la
pena, y esto está por encima de todo lo demás.
Ha sido un camino largo. Muy
largo. Tanto que quienes lo emprendieron contigo ya no están a tu lado, otros
se han cruzado, y tu no se has movido del piñón fijo que te impusiste tiempo
ha. Porque tienes tantas llagas en los pies de llevar los tenis sin calcetines, que los callos te cuidan de las piedras del camino cuando vas descalzo.
Porque llegó el momento de
enfrentarte a ese demonio que te quita el sueño por las noches y te atormenta
durante el día.
Somos quienes somos por todo
lo vivido. Por los riesgos que asumimos con nuestras acciones, por las lágrimas
que vertemos cuando cruzamos la línea de meta, por los sueños guardados en
frascos y por todos los amores que hemos vivido.
Porque como dijo una buena
amiga, mientras tú sepas quien eres, no tienes absolutamente nada que
demostrar.