Por un digno final


Y de pronto un día te sientas delante del ordenador y te pones a releer historias escritas hace tiempo que por uno u otro motivo, no te atrevías a continuar. Historias que encierran tantas horas detrás que no solo es una pena no ponerles un punto, si no un punto y final tal y como se merecen.

El recuperar ese hormigueo en los dedos mientras la música y las teclas son los más fieles amantes que se pueden tener las frías noches de otoño. El sentir que la historia es lo que importa, el futuro que escribes con renglones torcidos pues te permites imponerte la medalla de crear de la nada.

Merecía la pena darle un final digno a una tan buena historia que estaba en el tintero por ser incapaz de enfrentarse a un nombre, pero como diría la amiga Granger: “Temerle a un nombre solo agranda el temor a lo nombrado”, y nadie ha nacido para vivir con miedo. 

Porque da igual lo extensa, larga y dura que sea la travesía, las páginas que ocupe o el tamaño de las letras con las que se escriba, porque lo que en realidad importa, son las palabras que se crean de la nada por el simple y mero hecho de existir.

Porque si tienes la oportunidad de escribir un final, que sea un final memorable. 



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