Entrepuntos
Aparecen
de la nada esos retos que te cambian la vida. De los que tienes que sacar el
tiempo de debajo de las piedras porque el día tiene 24 horas por mucho que
quieras hacer de ellas 36. De esos momentos en los que sales a correr con el
rocío bañándote la cara y mezclándose con el sudor.
Ahora
que los retos ya no se acumulan, si no que prosiguen. Que las metas han
cambiado porque como buen gallego se han movido los marcos para coger un poco
más. Para ir a por algo más grande de lo cosechado, con el único objetivo de no
dejar de correr con la mirada fija en el mañana que vendrá.
Todos
hemos nacido para morir, lo que nos diferencia es lo que cada uno decide hacer
mientras este último momento no llega.
Porque
ya no es el olor del salitre del mar, de la leña ardiendo en la cocina, de los
dedos rozando el papel mientras la tinta se fija en él, ni las melodías que
nacían con las teclas del ordenador contando una historia; es el descubrir otro
sendero que se abre en el camino, que la posada ha cerrado, y que todavía queda
mucho por andar.