Llama de acero
Y
mantienes la mirada al frente. Mientras todo arde a tu alrededor, mientras todo
se consume en cenizas.
Te
enfrentas a todo aquello que quiera cortarte el paso. Sin templanza y sin
titubear, sin ningún tipo de compasión; sin ningún tipo de remordimiento ni tan
siquiera derramando una sola lágrima. Sin apartar la mirada de lo que tienes
delante de ti.
Solo
importa la meta, y en este excepcional caso, el fin justifica cualquier medio.
Has
descubierto cual es la siguiente meta, cual es la siguiente parada, la ciudadela
en esta épica que está esperando para ser asediada. Has desplegado el mapa,
señalado con la punta de la daga el camino y vislumbrado las sirenas que te
pueden apartar de él.
Pero
es ese maldito cosquilleo que te recorre desde los talones hasta la nuca lo que
te indica que estás tomando el camino correcto. A fuego y sangre, a llamas de acero. Que estas siguiendo la estrella
que te iluminó hace más de 20 años, y que ni nada ni nadie podrá apearte de
esta aventura.
No
habrá piedad para quienes quieran interponerse en el camino que te separe de tu
sueño, al igual que no habrá descanso alguno hasta lograrlo.