Expira


Abraza a todos tus miedos, uno por uno. Redúcelos al mínimo común múltiplo de su existencia y átalo a la silla, delante de ti. Siéntate y mírale a los ojos, clávale las pupilas de esos ojos tristes para decirle que hay momentos peores que ya has pasado, y que lo que no te mata te hace más fuerte.

Agárralo por el cuello y aprieta,  descarga contra el mayor de todos los temores la mierda que tengas dentro. El estrés, la dureza de los días y los besos del silencio, y que con su expiración se lo lleve todo. Que no quede nada. 

Porque una taza llena no puede llenarse, y la mente tampoco.

Porque es cuando más cuesta sonreír que debes hacerlo. Porque cuando la tristeza está instalada en el corazón, hay que echarla a patadas, a gritos y puñetazos recordándole que aquí solo se llora por los muertos.

Porque hay demasiadas metas y cosas que hacer como para perder el tiempo en los “¿qué pasaría si…?”



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