La Rueda de la Ofensa

Y hoy vuelvo a enfrentarme a ti, folio en blanco.

Porque me quise hacer la promesa de que no me embarcaría en otra aventura similar a la anterior no sin antes terminar otras cosas, pero es que mientras he mantenido esta promesa en vigor, una parte de mi ha entrado en coma, y casi ha dejado de respirar.

Con mi última novela terminada y en la fase de edición, no quería empezar otro libro hasta finalizar otros asuntos que iban delante, otras cosas más importantes dentro de la lógica que aplicaría cualquier ser humano y que están por delante del desquitarse con un trozo de papel.

Pero es que al hacerlo, estaría renunciando a una parte de lo que siempre he sido, de lo que tanto quise ser, y de lo que tan feliz me hace. Estaría renunciando a la pluma que aparece en el cuartel del escudo de armas que se ha labrado con el tiempo y las ilusiones del joven que crece sin olvidarse del niño que siempre ha sido.

Y ahora que la pluma ya está mojada en la tinta de los sentimientos y de las palabras, de la fe en los actos y en empuñada por los ideales, que comience a girar la rueda de la ofensa.




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